Anna llora en brazos de su hermana, quien al igual que ella sufre en silencio. Ya han pasado varios días que inició la guerra y no ha tenido respuestas de César. Su corazón se estremece ante la idea de que algo pueda separarlos definitivamente.
La pelicastaña desahoga en su diario sus miedos y el presentimiento de que César no vuelva, impregnan de tristeza las páginas de aquel guarda secretos.
—¿Lograste saber algo de la guerra? —le pregunta a su hermana con visible preocupación, pero Anna luego de llorar amargamente por varios minutos, ahora se encuentra algo callada y pensativa.
—No, no he sabido mucho. Realmente he conversado poco sobre eso en el palacio.
—Entonces, ¿por qué has ido?
Aunque Anna quiera contarle todo la verdad a su hermana, no está en labios de ella hablar sobre aquel secreto. Sólo Dolores y Pedro eran los únicos que podían decirles a Teresa, Martina y Elisa que ella no era su hermana.
Justo en ese momento, llaman a la puerta. Martina abre y frente a ella e