—Sí, aunque desperté a mitad de la noche… los bebés tenían hambre. —Rió mientras tomaba una tostada—. ¿Y tú?
 —Desperté contigo —respondió él, sirviéndole una taza de café descafeinado—. Pero volviste a dormirte rápido. Te quedaste abrazada a mí… no me moví ni un centímetro.
 Alicia lo miró con tern