Ya estábamos de vuelta en la mansión. Damián, Rina y yo intentamos hablar lo más lejos posible de Roberto.
Pero era bastante difícil cuando cada dos por tres el pelinegro me estaba buscando. Me hacía gracia y me gustaba... Por muy tonto que pareciera era así.
Se hace difícil mirarlo y saber que no se acuerda de nada, casi todo lo que he pasado con Roberto a sido malo, pero después de que me dieran el alta él cambió tanto, es tan diferente ahora.
Estaba subiendo las escaleras para entrar a mi habitación y tumbarme un poco ya que estos tres días no he dormido nada. Al entrar en mi habitación me encontré con Roberto mirando por la ventana.
—¿Qué haces aquí?
Me acerqué a él que se había girado rápido para mirarme.
—Te estaba esperando.
—¿Para qué?
—¿Qué tal con Damián? —Preguntó de mala gana.
Sonreí y asentí.
—Bien.