—Se está enamorando de un chico y no lo quiere admitir.
Miré mal a Damián. Me levanté de la silla para irme pero una mano me detuvo.
—No te vayas, que se vaya él.
Damián abrió la boca sorprendido.
Se levantó de la silla y salió de la habitación no sin antes sacarme de dedo del medio.Roberto y yo nos miramos. Él sonrió. Le ayudé a ponerse cómodo y me volví a sentar.
—¿Quién ese chico tan afortunado de tenerte?
—Nadie, no hagas caso a Damián.
—¿No estás enamorada entonces?
—No.
Respondí sin mirarlo. Ni siquiera yo sabía que me estaba pasando.
Nuestras miradas conectaron por varios segundos.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Susurré y el asintió con una sonrisa en los labios.
—¿Tu crees en las segundas oportunidades y en los cambios?
—Ahora mismo no creo en nada, ni en