No sé si fue una bendición el que la cacatúa de mi suegra hubiera llamado a los agentes de policía y estos, de alguna manera, nos brindaron protección de la balacera formada. Un auto negro se había detenido al frente de nosotros desde la carretera.
Mi madre reaccionó y se abalanzó sobre mí para protegerme, caímos al piso. Varios familiares de Guillermo se habían puesto del lado de la señora Magalí, porque pensaban que ahora ella era la heredera, vaya sorpresa se llevaron.
En esta familia nadie me quería, por ser de raza negra, así mi piel fuera más clara a la de mi madre; ella se casó con un hombre blanco y hermoso, luego enviudó, era muy niña cuando papá falleció. Luego se casó de nuevo y hace cinco años enviudó.
Según mamá, gracias a papá yo era como el café con leche. No obstante, siempre he estado feliz y orgullosa de mi color de piel, de mi gente, de mi raza. A quién no le guste que se aparte del andén.
Los agentes respondieron a los atacantes, los cuales no se cohibieron al v