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Karla Domínguez

A la mañana siguiente

Me siento muy impaciente en la habitación de servicio, entonces mi madre viene a ver que sucede conmigo.

—¿Qué pasa Karla? Está muy nerviosa y no has querido ir a la cocina. Ya el desayuno está listo y pronto el señor Caden bajará a desayunar.

—¡Mamá, por favor! ¿Qué hago? ¡No quiero verlo!

Son mis palabras desesperadas moviéndome de un lado a otro.

Mi madre tomas mis manos para tranquilizarme.

—¿Por qué está tan inquieta?

—Es que no quiero mirarlo a la cara. Él me besó y me ha besado antes, solo que esta última vez me gusto… Perdona, mamá, por hablarte así.

—Descuida, hija, sabes que soy más que una amiga para ti y me puedes confiar lo que sea.

Suelto mis manos de las suyas y vuelvo a moverme de un lado a otro, toda descontrolada, porque aún siento su olor de hombre, el sabor de sus labios y sus manos al tocarme.

Mi madre se posa al frente mío e interrumpe mi agonía tocando mi hombro, ya que seguro está mareada mirando mi inq