—¿Estás mejor? — preguntó temerosa desde el otro extremo.
Este giro su rostro hacia ella, la oscuridad de la noche no le hacía justicia a sus enigmáticos ojos negros que parecían un par de diamantes oscuros y brillantes.
— Por qué te disculpas, no es tu culpa, ese par son unos idiotas molestos — respondió con voz serena.
— Si es mi culpa — contradijo ella — debí escucharte y no seguirle la corriente a Samuel.
— No es para tanto — Itzam buscaba dejar el tema de lado, ya había tenido bastante por ese día.
—Claro que sí, quiere vengarse de ti y me usa para eso y yo como un tonta siguiendo el juego— Itzam se incorporó sobre la tumbona.
—¿Quién te lo dijo? — exigió saber. Milenka cerró la boca de golpe, reprimiéndose internamente po