La miré.
La verdad, Valerie sí sabe dejarte en suspenso cuando quiere.
Cuando terminó su carne asada, se rio y dijo:
—¡Tu hermano lloró delante de mí! Dijo que te extrañaba mucho, que estaba preocupado por ti, que quería verte y que le diera tu dirección. ¡Jajaja! ¿De verdad? ¡Qué gracioso! Si es él el que estaba protegiendo a Camila y me dejó en esta situación, ¿cómo tiene las agallas de venir a llorar?
Bajé la mirada; un sentimiento imposible de nombrar me apretó el corazón.
Al final, Carlos y yo compartimos la misma madre, y él me cuidó y me quiso durante tantos años. No pude evitar sentirme un poco triste.
Pero es solo tristeza; no significa que deba perdonarlo.
Si algún día se atreve a ir frente a Mateo y decirle que fue Camila la que mató a su madre, entonces lo perdonaría.
Pero eso es casi imposible.
Valerie me miró y bajó la voz de golpe:
—Aurorita, en verdad, cuando vi a tu hermano llorar me dio algo de pena. Me preguntó por ti, por cómo estabas, por cómo estaban los bebés. Te