—Ay, ya ni digo nada. Ustedes las mujeres, siempre complicándolo todo.
Carlos me lanzó una mirada traviesa y volvió a la cocina para traerme la sopa que había preparado.
Cuando la estaba cocinando, como los fideos no tenían mucho color, pensé que seguro sabría horrible.
Pero para mi sorpresa, era como si hubiera hecho magia: de verdad me trajo una sopa de fideo con buen color y un aroma delicioso.
Encima de los fideos había unos trocitos finos de carne de res, y encima unas ramitas de cilantro y cebolla.
Aunque no tenía hambre, el olor me abrió el apetito de inmediato.
Carlos sonrió orgulloso:
—¿Sí o no que tienes un hermano muy bueno?
—Sí, sí, ¡el mejor! —me reí mientras asentía.
—Dale, come. Si te gusta, te la haré seguido. Mayi me ha enseñado varias recetas. Quédate aquí unos días, y cada día te haré algo distinto, ¿vale?
—...Vale.
Asentí, conmovida.
Al final, no hay nada como tener a la familia cerca. Ellos son los que más se preocupan por ti.
¿Los hombres?
Ja...
Esa noche dormí en