Por fin arrojaron a Bruno al mar, y con eso la tortura terminó.
Apenas su cuerpo cayó, la superficie del agua se tiñó de rojo oscuro.
Me quedé paralizada, con un peso en el pecho.
"Así… no creo que sobreviva"
Mi teléfono seguía conectado al dispositivo de escucha que Bruno llevaba encima.
Ese dispositivo era a prueba de agua y tenía función de localización.
Activé la ubicación y ordené a los guardaespaldas que siguieran la señal y fueran a buscarlo.
Vivo o muerto… primero había que sacarlo del agua.
Tomé el catalejo y volví a mirar hacia la gran embarcación.
Había pensado que Camila y el señor Alboni de verdad iban a tener intimidad frente a los guardias.
Pero en cuanto arrojaron a Bruno, el hombre la apartó sin piedad, con un rastro de desprecio.
Camila cayó al suelo de manera ridícula.
Lo miró, confundida, como si no entendiera por qué él la rechazaba.
Ya no tenía audio, porque sin Bruno en la cubierta, no quedaba ningún transmisor vinculado.
Solo podía verlos.
Camila parecía decir a