Antes de que Javier o Camila pudieran hablar, Carlos se adelantó y dijo rápido:
—Lo que pasa es que acabábamos de llegar y Javier quiso tocar a tu puerta. Pero no respondías. Javier temía que te hubiera pasado algo, así que me pidió que trajera las llaves para abrir. Justo cuando venía con ellas, abriste la puerta.
Bajé la mirada y vi que, en efecto, llevaba un llavero en la mano.
Javier me lanzó una mirada intensa.
—¿Estás bien? Toqué varias veces y no me contestabas.
Camila añadió enseguida:
—Exacto, ¿por qué cierras con llave a plena luz del día? Encima no respondes; hiciste que mi hermano se preocupara muchísimo.
Me disculpé de inmediato:
—Perdón, estaba en la ducha y no escuché nada.
Apenas lo dije, Camila me miró de arriba abajo con desconfianza.
—¿Bañándote en pleno día? Cualquiera que no sepa pensaría que estabas haciendo algo indebido con alguien.
—¡Camila! —Carlos le llamó la atención en voz baja, pidiéndole que no hablara así.
Ella apretó los labios, pero al menos se calló.