Javier llegó temprano y tocó mi puerta.
Yo ya me había bañado y cambiado.
Cuando abrí la puerta, Javier pareció sorprenderse mucho.
—¿Ya te levantaste?
—Sí —le respondí, con una sonrisa.
—Hoy tengo que ir al registro civil para terminar los trámites de divorcio con Mateo, ¿verdad?
En los ojos de Javier, apareció algo, como una estrella fugaz de alegría.
—Pensé que lo habías olvidado.
—¿Cómo crees? Si elegí estar contigo, lo mínimo que tengo que hacer es cortar todo con él.
Javier me miró fijamente, como analizando la sinceridad de mis palabras.
Pasaron unos segundos antes de que me tomara del hombro y, con voz seria, dijera:
—Me hace muy feliz que tú misma decidas ir a hablar con él. Siempre pensé que... que no querías divorciarte. Estoy tan feliz, Aurora. Después de que te divorcies vamos a poder estar juntos sin preocupaciones. Vamos a poder ser una pareja, una que todos van a envidiar.
Javier me miraba fijamente; sus ojos brillaban, llenos de esperanza por un futuro feliz.
Yo bajé l