Me quedé intrigada cuando vi la casa que sobresalía en medio de la noche. Después miré a Valerie, y ella dijo de inmediato:
—Yo tampoco sé qué lugar es este.
Luego señaló a Alan:
—En realidad fue él el que me dijo que, si quería que te reconciliaras con Mateo, tenía que ayudarlo a traerte hasta aquí.
Apreté las manos en silencio mientras un montón de emociones se me revolvieron en el pecho. La verdad, ya tendría que haber sospechado. Hoy estuvieron rarísimos, ni siquiera pensaron en aprovechar su tiempo juntos; era obvio que todo lo hacían por mis líos con Mateo.
Pero ¿de qué servía que se esforzaran tanto conmigo si en este último mes Mateo me había estado evitando?
Ni siquiera contestaba mis llamadas; siempre eran los niños los que contestaban.
Entonces ¿qué sentido tenía traerme a la fuerza a esta casa tan alejada?
En ese momento Alan ya se había bajado del auto, abrió la puerta de mi lado y me sonrió:
—Ya llegamos, Aurora. Bájate del auto.
No me moví. Valerie me jaló del brazo:
—V