Desperté al día siguiente, por algunos ruidos y encontré a Dalbert sentado a un lado en el sofá perdido en sus pensamientos.
Cuando se dio cuenta de que me encontraba despierta, de un salto llegó a mí y me abrazó. Estaba raro, su rostro no era ni de felicidad y mucho menos desprendía esa aura intimidante. Esta vez llevaba un rostro de preocupación.- ¿Está todo bien, cariño? – pregunto, lo conozco lo suficiente para saber que algo malo sucede.- Sí, todo está bien.- Anoche vino Verónica. – lo menos que quiero es tener secretos con él, por lo que decidí ser sincera. – Esa mujer esa obsesionada contigo.Su rostro se contrajo a penas le confesé. Tomo mi rostro y me besó. Definitivamente está raro.- ¿No te hizo daño?- No, no se atrevería. – sonreí –