Pero en este momento no estoy dispuesta a protestar.
No cuando sus dedos se apoderaron de mi pezón acariciándolo como un maestro de la seducción.
Con curiosidad abrí mis ojos para echarle un vistazo a su glorioso cuerpo, no obstante, su mirada ardiente me paralizó.
Ya no siento el suelo porque me ha cargado ocasionando que amarre mis piernas a su cintura, no hay nada en mis pensamientos cuando me está besando con tal alevosía.
Mis manos se dirigen hacia su cuello aferrándome a este como si mi vida dependiera de ello.
Acheron salvaje y ardiente.
No sé en qué momento se deshizo de mi ropa pero ésta está sobre el suelo del baño a la vez que una de sus manos se colaba entre mis pliegues húmedos y su otro brazo me sostenía como si yo no pasará nada.
Nuestras lenguas se encontraban en un frenético y ardiente beso.
—Jodidamente mal me gusta tu boca sucia Verónica —gruñó antes de tomar mi pelo en un puño para volver a besarme sin lastimarme—. Toda tú lo hace.
Un rayo de cordura me golpeó de m