Los niños fueron atendidos por sus padres, nos invitaron a pasar a los espaciosos muebles y debo reconocer que la charla fue renovadora, Fernanda no paraba de reír y comer, eso a Carlos le hizo cambiar el genio, ya que estaba muy serio.
Los niños se pusieron a jugar con la niñera, mientras nosotros recordábamos historias, Deacon siempre mantuvo la mano de su esposa entre las suyas, me sorprendió saber que Blanca fue recepcionista en uno de los hoteles de su ahora esposo.
No se la puso nada fácil mi amiga a pesar de lo loca que era para expresarse, eso fue lo que le gustó, pero al mismo tiempo le incomodó al magnate, aparte de su belleza latina, así le apodó.
—Latina difícil. —comentó besando la mano.
—Es común en ellas. —intervino Alejo—. Nunca nos las ponen fáciles. —Ese «ellas», no incluían a Sandra, se refería a nuestro cuarteto en la universidad.
—Por eso son nuestras esposas. —comentó Carlos—. La mía es la más especial de todas. —Eso sonó a ironía.
—Te estoy escuchando tiro