No te Pertenezco
No te Pertenezco
Por: PetiteNovelle
El trato

El trato

— ¡Diana cariño! Aun no puedo creer que seas tú — Dijo su padre a duras penas, la enfermedad que sufría estaba tan avanzada que al terminar de hablar fue víctima de  un fuerte ataque de tos. Como pudo hizo un esfuerzo por recostarse sobre el espaldar de la cama. Estaba muy débil. 

— Creeme, tampoco puedo creer que estoy aquí — respondió distante, era como si no le afectara verlo en esas condiciones. Las heridas del pasado seguían ardiendo impidiéndole  fingir preocupación 

— Gracias por venir cariño, era muy importante para mí volverte a ver. Siempre he lamentado los errores del pasado — Su respiración era pausada, por el dolor que sentía cada vez que sus pulmones se llenaban de aire. 

— Eso me cuesta creerlo, a fin de cuentas, sigues con esa mujer, pero no es ni el lugar, ni el momento para hablar de eso. — El hombre de pálido aspecto, agachó la mirada guardando silencio. Sabía perfectamente que no importaba lo que dijera la opinión de su hija no cambiaría. Tras un incómodo silencio la joven suspiró y dijo:

— Quiero presentarte a alguien padre… Mateo, ven corazón acércate no tengas miedo.

Parado junto al marco de la puerta estaba un pequeño de cuatro años; en su carita se notaba claramente el temor de estar en un lugar desconocido. No quería moverse a pesar de la insistencia de su madre, quien dulcemente caminó hasta él y de la mano lo llevó junto a la cama. Además de la ternura que despertaba por su timidez, lo que más llamó  la atención del hombre fue su aspecto.

 Tenía la cabeza cubierta por un pasamontañas con franjas blancas y azules, su rostro estaba resguardado por una careta acrílica transparente, a parte de un cubrebocas clínico, sin mencionar, que parecía estar más cansado y pálido incluso que él mismo. 

— Corazón, él es tu abuelo. Padre, este es mi hijo; Mateo — conmovido y lleno de asombro, extendió su mano con intención de tocarlo, pero el pequeño lo esquivó y simplemente lo saludó batiendo la palma, gesto que correspondió con una leve sonrisa. Poco después Diana, le pidió a la gentil ama de llaves que se lo llevara a conocer los jardines. 

— Parece un buen chico, ¿Qué es lo que tiene? — preguntó, intrigado y  con aires de tristeza. 

— Leucemia, necesita urgentemente un transplante de médula o… 

Solo con imaginar la posibilidad de la muerte de su pequeño Mateo, la voz se le quebró y un nudo se apoderó de su garganta. Siendo profesional de la medicina estaba acostumbrada a lidiar con pronósticos y diagnósticos poco favorables, pero, al tratarse de su propio hijo era muy difícil mantener su posición racional, ya que, su corazón de madre estaba por encima de su faceta de mujer científica. 

La triste conversación se vio interrumpida por una acalorada discusión al otro lado del pasillo. Azotes de puerta, gritos, reclamos y pataletas se escucharon por todo el lugar. Las protagonistas de tan bochornosa escena eran la madrastra y la hermanastra de Diana, siendo esta última la más alterada de las dos. 

— ¡Ya te dije que no lo voy a hacer! ¡Me rehúso! No voy a condenar mi juventud aceptando un trato como ese.

El fuerte tono en que discutían hizo imposible que Diana pudiera ignorarlas, razón por la que se acercó a la puerta en un esfuerzo por entender lo que pasaba. 

— No pienso casarme con un muerto en vida, ¡Es una estupidez! — Sentenció su hermanastra — No importa si está nadando en dinero o fue el dueño del súper conglomerado ¡Es un vegetal! cómo podría estar con él, mi respuesta es ¡NO! — En ese momento ambas cruzaron miradas, aumentando la tensión.  

La altanera mujer con aires de menosprecio, miró fijamente a Diana — ¿Por que mejor no la casan a ella? a fin de cuentas, no es ella la perfecta — Exclamó, evidentemente resentida. 

— Entonces, si digo que si ¿No vas a luchar por quitarme a este hombre? Como te encanta meterte con lo que es mio — Enfatizó, con desprecio. Su volátil hermanastra, no tardó en replicar yéndose encima de ella, iniciando un altercado, lleno de insultos y pataletas infantiles 

— ¡¿Qué estás insinuando, estupida?! ¡Vamos, dilo! — Gritaba la joven, mientras su madre intentaba detenerla sosteniéndola por la cintura, en un esfuerzo por evitar que se golpearan entre ellas. 

— ¡Yo no insinuo nada! Sabes muy bien de lo que estoy hablando, hace años de resbalosa te acostaste con Alfonzo y fuiste la razón por la que rompí nuestro compromiso ¡Descarada! — Todos se quedaron perplejos ante la revelación. 

— Yo no tengo la culpa de que tú prefieras estar metida entre probetas que gozarte a tu ex. Obvio que quiso buscarse a una verdadera mujer. ¡Et voilá! me encontró a mi — Presumió dando una vuelta sobre sí misma, haciendo alarde de sus curvas — Diana, no pudo soportar tamaña provocación y ahora fue ella quien quiso recurrir a los golpes. El escándalo y el alboroto retumbaron por toda la casa. 

— ¡YA ES SUFICIENTE! — Resonó la voz del enfermo padre, que haciendo un monumental esfuerzo, se levantó de la cama para detener exitosamente la irracional discusión — Comportense, lo menos que tenemos, es tiempo para perder en su absurda rivalidad — El cansancio era notorio en su voz, asi como tambien en su dificultad para respirar. De inmediato, la esposa acudió en su ayuda, convirtiéndose en su sostén para que pudiera continuar de pie. 

— Hijas, nuestra situación financiera es delicada. Hemos tenido grandes pérdidas recientemente y si no hacemos algo pronto, nos quedaremos en bancarrota. Esta importante familia está dispuesta a inyectar una gran suma de dinero a la compañía solo si hay un matrimonio de por medio. 

— Ya les dije que bajo ningún concepto pienso casarme con un vegetal. Que lo haga doña perfecta y a mí, déjenme en paz — Quejándose y manoteando locamente bajo las escaleras ante la mirada atónita de sus padres, quienes cruzaron miradas teniendo una especie de charla mental para luego dirigirse Diana quien veía la escena con gran escepticismo  

— Cariño — prosiguió el padre — Se que acabas de regresar de tu viaje y que es un completo abuso de mi parte pedirte un sacrificio tan grande, pero, es la única salida que encuentro para no perder la compañía, el trabajo de toda mi vida. Si aceptas casarte con ese empresario, te juro que moveré todas mis influencias para encontrar el donante de médula para Mateo, además le proporcionaremos lo último en medicamentos contra la leucemia que ha estado desarrollando nuestro laboratorio. Se que quizas dudes de mi, pero te doy mi palabra que cumplire mi promesa. La decisión está en tus manos. 

Aunque los argumentos de su padre sonaban muy convincentes, a Diana, le importaba muy poco lo que pudiera suceder con la empresa, seguía molesta con ellos por la traición que le hicieron. En el pasado, su actual madrastra era la mejor amiga de su madre, hasta que descubrió que se había convertido en la amante de su marido, causando la destrucción de su familia. Tras su divorcio el hombre echó a la calle a su entonces esposa, para contraer nupcias con su madrastra. 

         Entonces, pensó en su hijo y en su enfermedad — Si existe la más mínima posibilidad de salvar a mi pequeño Mateo, estoy dispuesta a hacer lo que sea, incluso casarme por conveniencia con alguien enfermo. Además, me divorciaré tan pronto como se haga el trasplante y nunca más volverán a saber de mi — meditó en silencio 

— ¿Me das tu palabra que harás todo para encontrar la médula? — Inquirió con notoria seriedad. 

— ¡Si, te lo juro! — Se apresuró a contestar ansioso, al ver que su hija contemplaba la posibilidad de aceptar el trato. 

— Entonces, lo haré. Pero dejemos algo muy claro, esto lo estoy haciendo por mi hijo, no por ustedes. Lo menos que me interesa es la compañía o su situación financiera — El desprecio en sus ojos lo decía todo… 

Unos días después, Diana iba camino a la casa de su nueva familia política, estaba nerviosa, las palmas de sus manos sudaban, a la vez que su corazón latía rápido, la incertidumbre no saber que encontraría la estaba carcomiendo. Como era de esperarse el acuerdo de matrimonio se llevó a cabo sin ningún tipo de ceremonia o festejo, después de todo el novio yacía inconsciente en una cama.

Como doctora, estaba acostumbrada a manejar situaciones estresantes, a sentir la presión en sus hombros por las consecuencias de dar un paso en falso. Pero este caso era diferente, no estaba yendo hacia una sala de operaciones, sino que se dirigía a su nueva  casa, un lugar completamente desconocido. La peor parte, era el vacío en su corazón por tener que estar lejos del pequeño Mateo. 

Sin embargo, siendo una mujer racional tenía el temple necesario para hacerle frente a cualquier cosa, no estaba dispuesta a dejarse intimidar, ni afectar por la situación — Todo va a salir bien,  muy pronto conseguiremos el donante de médula y terminaré con este teatro — Pensó, al estar justo en la entrada de la imponente mansión. Una mujer vestida de uniforme, la esperaba para darle la bienvenida. 

— Buenos días, señorita Harper. Es un placer para la familia Taylor darle la bienvenida — Ambas hicieron una sutil reverencia — Por favor, sígame la están esperando en el salón — Expresó invitando a seguirla. 

En el salón de banquete la esperaban algunos de los miembros de la familia, todo parecía marchar con tranquilidad, pero en medio de las presentaciones, se llevó la gran sorpresa de su vida. 

— Señorita Harper, le presento al hermano de su esposo, el señor Alfonzo Taylor,  — Perplejos cruzaron miradas. 

Resulta que el mundo es un lugar muy pequeño, ni en sus mejores pesadillas habría imaginado que su ex pareja, sería nada más y nada menos que el hermano mayor de su esposo. Fue tanto su asombro que apenas si pudo reaccionar a tiempo, para no quedar en evidencia. 

Afortunadamente, el incómodo momento fue interrumpido por otro de los presentes quien se apresuró a presentarse como el director general encargado de Laboratorios Sants Taylors, fue entonces que Diana cayó en cuenta que se trataba de los dueños de la tercer farmaceutica mas importante del pais, ademas de ser pioneros en la fabricación de equipo médico de última generación. 

— ¿Conoce nuestro trabajo? — preguntó el hombre al ver su cara de asombro. 

— Así es, soy médico. Un placer conocerlos a todos — Expresó amablemente distante. 

Casi de inmediato, la condujeron a la habitación de su esposo. Antes de entrar, la amable mujer que la recibió, se detuvo frente a la hermosa puerta de madera. 

— Señora Harper, cuando esté lista puede entrar, le daré espacio. Me retiro — Yéndose sin esperar respuesta. 

Diana, nerviosa se frotaba las manos, dudosa de ingresar, sería la primera vez que vería al hombre con el que se casó a ciegas, quien además estaba estado vegetativo, no sabía con qué podía encontrarse. Respiró profundo y sin darle más vueltas, entró a la habitación, pero antes que pudiera acercarse a la cama, alguien la tomó de la muñeca. 

— No puedo creer que seas tú, estás más hermosa que nunca — Su ex, se acercó peligrosamente y continuó hablando — He pensado tanto en ti, desde que te fuiste he sido un miserable, no he dejado de amarte ni un segundo. Deseo tanto estar contigo — Diana retrocedió un paso al escucharlo, pero este no se detuvo — Estoy seguro que pronto serás viuda, el inservible de mi hermano no va durar mucho. Cuando eso ocurra, tú y yo nos casaremos — sentenció decidido. 

Por alguna razón, ella tuvo el presentimiento de que alguien los espiaba tras la puerta, como pudo, tomó un cuchillo de frutas que estaba sobre la pequeña mesa a su alcance y en un solo movimiento lo colocó en el cuello de su cuñado. 

— ¡Aléjate de mí! ¡No quiero que te vuelvas a acercar a mí! — Replicó alterada — Tu no significas nada para mi, hace años que deje de tener sentimientos por ti. Mi esposo es el único hombre que amo, estoy muy enamorada de él y no pierdo las esperanzas que despierte — Afirmó amenazando con el cuchillo cerca de la yugular. 

Molesto por lo que acababa de oír, Alfonzo inició el forcejeo para quitarle el cuchillo y gracias a su fuerza, logró voltear la situación. Asustada, Diana empezó a llorar pidiendo ayuda y haciendo un gran esfuerzo por liberarse. En ese momento, algunos de los miembros de la casa abrieron la puerta y la vieron llorando, con su cuñado sujetándola por la fuerza, mientras que en el suelo yacía el cuchillo lleno de sangre.

Sin embargo, el acontecimiento más importante dentro de esa habitación, pasó desapercibido por todos los presentes. Por primera vez desde que cayó en coma, Jack movió levemente su dedo índice. 

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