Después de unos minutos, se pusieron de pie y retomaron el camino a casa. Megan, aunque más tranquila, no tardó en recuperar su entusiasmo y comenzó a contarle sobre los juegos que había aprendido en la escuela. Dasha la escuchaba, respondiendo con pequeñas sonrisas y asentimientos, mientras en su mente juraba que haría todo lo necesario para mantenerla a salvo y feliz, sin importar lo que costara.
Dasha y Megan acababan de regresar del colegio, caminando juntas hacia el edificio donde vivían. El primer día de clases de Megan había sido una mezcla de emoción y nervios, pero parecía haber salido bien. La niña sujetaba firmemente la mano de su madre mientras hablaba sin parar, describiendo con entusiasmo a su maestra, sus nuevos compañeros y todo lo que había aprendido.
—¡Mamá! ¿Sabías que mi maestra se llama Elena y que tiene un gatito blanco? Dice que se llama Luna, como la luna del cielo. ¿Podemos tener un gatito también?
Dasha sonrió, aunque había un cansancio en sus ojos.
—V