Al amanecer se levantó descansada y casi feliz. Ya bañada y vestida, se fue a la cocina por su café y al ver a todos los chicos listos para la escuela, se dio cuenta de que por primera vez, se había levantado después que los niños.
Cuando los niños partieron a sus clases, ella decidió ir caminando al negocio.
La mañana fue como cualquier otra. Fue a mediados de la tarde cuando todo cambió al ver llegar a Roselyn, y observarla pasar por su lado corriendo y refugiarse en la oficina.
Bárbara la siguió hasta allí, preocupada.
— ¿Qué te ocurre, Ros? ¿Alguien te hizo algo? Dímelo, porque si alguien se atrevió a molestarte, ¡le volaré los dientes hasta Marte!— le dijo tomándola de los brazos. La niña era alta para su edad, y le llegaba casi a la barbilla a Bárbara.
— ¡No me toques! ¡Todo es tu culpa!
— ¿Por qué me dices eso?
— En la iglesia las chicas se burlaron de mí diciendo que eres una...una...— no se atrevió a repetir la palabra. Bárbara siempre fue inflexible con los niños cuando se t