Capítulo 87: Jugar con fuego, es peligroso.

Más tarde cuando la mayoría de la familia se fue a dormir, y los demás a sus debidas residencias, Lu y Miguel contemplaban el anochecer desde la terraza de la habitación de él en la hacienda.

—Se respira tanta paz —comentó Lu, suspiró profundo—, me parece un sueño estar otra vez en mi país, en esta casa, y que mis hijos conocieran la hacienda.

Miguel la tenía abrazada de la cintura, y su cabeza reposaba en el cuello de Lu.

—Te siento triste a pesar de que estamos acá —murmuró él, la conocía bien.

Lu frunció los labios, y su corazón percibió un ligero estremecimiento.

—Me gustaría tanto ver a mi mamá, y a mi hermano —balbuceó con la voz temblorosa.

Miguel la pegó más a su pecho, y depositó un beso en su hombro.

—Pues, podemos arreglar eso, claro que antes debo hablar con ella y explicarle, no queremos que le dé algo de la impresión.

Luciana giró de golpe, dejó caer las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.

—¿En serio? ¿La traerás?

—Por supuesto —contestó Miguel, la miró
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