Libro #2 de la serie "Citas con el destino" Mi vida era perfecta en Italia. Tenía un buen trabajo, amigos y vivía en un mundo al que deseé pertenecer desde que tengo uso de razón, inmersa entre telas, modelos y pasarelas. Era un sueño hecho realidad, hasta que mi madre llegó de imprevisto con un mensaje alto y claro, de parte de mi abuelo: debía volver a los Estados Unidos y contraer matrimonio con uno de los proveedores de la empresa familiar, para ampliar el rubro y poder heredar en vida dicha empresa. Cuando, por presión de mis padres, obedecí al llamado de mi abuelo, logré anteponer mis propias condiciones y tras mucho buscar, encontré al candidato perfecto que podría ayudarme a salir airosa de las expectativas familiares. Mi mundo se derrumbó, cuando el día de mi matrimonio, me dejan plantada en el altar. Desesperada, me escondí de mi familia en un cuarto de la iglesia, donde me encontré con quien me salvaría de una vida miserable al lado del hombre que mi abuelo escogió para mí. No sé si fue el destino o qué, pero sus palabras refiriéndose a nuestro encuentro fueron: “no lo llames casualidad” _________________________________ Diseño de portada por Andrea Paz. Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra. Registro oficial es SafeCreative 2402156935591. Todos los derechos reservados para Andrea Paz PS.
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━═ Maya ═━
Mamá acaba de salir por la puerta, dejándome un rastro de su perfume y sus buenos deseos para esta nueva etapa de mi vida. Con ilusión, me entregó unos aretes de diamante que han pertenecido por generaciones a las mujeres de la familia Weiss. Realmente se ve emocionada por mi boda, y no la culpo. Justin y yo hicimos nuestra mejor performance para que nadie ponga en discusión nuestro compromiso.
Mi relación con mi madre nunca ha sido estrecha. Me resultaba difícil entender por qué cedía a todos los caprichos de mi abuelo, mientras que yo, en mi rebeldía, siempre he sido independiente y fiel a mis propias ideas. Somos como el agua y el aceite, aunque de todos modos la quiero mucho, ya que siempre ha sido una buena madre. En la dinámica familiar, me veo como "la oveja negra", no solo por ser la única nieta, sino también por ser mujer. Siempre he sido consciente de que mi abuelo no celebró mi llegada por esta misma razón, pero en este momento, lo que realmente importa es seguir adelante con mis planes y dar lo mejor de mí, como siempre lo he hecho.
Aunque tenía la certeza de que mi matrimonio con Justin era un acuerdo con el que ambos nos beneficiaríamos, no podía evitar sentirme nerviosa. Así que, con manos temblorosas, termino de ponerme los aretes y me doy una última mirada al espejo, encantada con la imagen que se refleja ante mí. El vestido es simplemente una obra de arte, y agradezco la suerte que tuve de contar con el apoyo de Rachel, mi jefa, para conseguir un ejemplar como éste.
Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo, justo en el momento en que mi padre abre la puerta y me sonríe complacido.
—Te ves preciosa, Maya —me halaga con una amplia sonrisa—. ¿Estás lista? Justin te espera en el altar —agrega suspicaz.
—Sí, papá. Estoy lista —respondo con determinación.
Papá me ofrece su brazo y una vez lo acepto, caminamos juntos por el largo pasillo, mientras los nervios crecen más y más a cada paso que doy.
Si soy sincera conmigo misma, no puedo evitar pensar en el futuro. Justin me gusta, es muy guapo, caballeroso y tiene un aura misteriosa que lo vuelve más atractivo de lo que es. Aunque todavía no podía pillarle el ritmo, pues no nos hemos dado la oportunidad de profundizar en nuestra relación. Pero soy optimista y creo que a corto plazo, podremos ser felices si nos disponemos a ello.
Con mi mejor sonrisa, nos acercamos al inicio del pasillo donde se divide mi vida tal y como la conocía, a una nueva etapa que comenzará tras decir: “sí, acepto”. La marcha nupcial resuena en toda la iglesia, y al mismo tiempo, mi corazón comienza a latir con más fuerza.
No logro distinguir a los invitados, pero sí puedo ver el rostro severo de mi abuelo y a un Justin completamente nervioso, que mira de un lado a otro. «Jamás lo había visto así de nervioso. Si algo llama la atención en Justin Turner, es lo seguro que es… ¿Habrá ocurrido algo? ¿Mi abuelo le habrá dicho alguna pesadez?». Tenía mil preguntas en la mente, pero mis pies, seguían dando pasos seguros hacia el altar.
Una vez mi padre me entrega a Justin, puedo percibir su agitación. Sus manos están húmedas y todo su cuerpo está en tensión. La sonrisa que llevaba se desvaneció al verlo así.
—¿Todo está bien, cariño? —pregunto con preocupación. En un intento fallido por ocultar su turbación, asiente, sin mirarme a los ojos.
—Sí, solo estoy un poco nervioso —responde, mientras sus ojos se mantienen fijos en nuestros invitados. Sigo su mirada y rápidamente noto la ausencia de Sunmi. No tardo en sumar dos y dos mientras Justin permanece nervioso a mi lado.
«¿Cómo no lo vi venir? Durante todo este tiempo, jamás he notado interés por ninguna de las dos partes, y mucho menos por parte de Justin. Siempre creí que lo de Sunmi era admiración, incluso ella me lo confirmó, pero de Justin… ¡Guau!». Me siento como un observador, fuera de lugar.
—Ve por ella, Justin —dije con voz suave pero firme—. Yo sé lo que estoy haciendo, y no quiero arrastrarte a la infelicidad si esto no es lo que realmente quieres. —No puedo forzarlo a pesar de nuestro acuerdo, ni recordarle la complicada situación en la que me encuentro. Con el tiempo, encontraré la manera de resolverlo.
—¿Y tú abuelo? ¿La herencia? —Niego y sonrío, alentándolo a que vaya en busca de su amada.
Justin me mira una última vez, expresándome su gratitud con la mirada, y sale a toda prisa, dejándome sola en el altar. La ausencia de Sunmi no pasa desapercibida para mí, y mientras intento comprender la situación, la iglesia se llena del murmullo de los invitados. El carraspeo del padre a mis espaldas llama mi atención. Las alertas se encienden en mi interior, y antes de que pueda decidir qué hacer, mis pies se mueven con rapidez hacia la salida.
Corro tan rápido como me lo permiten los tacones y el vestido, y una vez fuera de la iglesia, el frío me golpea con fuerza, al igual que las miradas curiosas de la gente que me observa. Busco desesperadamente una salida y diviso una puerta a un costado de la iglesia. Sin pensarlo, corro hacia ella, encomendándome a todos los dioses para que esté abierta. Al abrirla, entro en una pequeña capilla adyacente a la nave central de la iglesia. Rápidamente me deslizo por un pasillo y reconozco la puerta de la habitación donde me cambié antes de la ceremonia. Recupero mi celular, mi bolso y el abrigo de piel blanco que complementaría mi vestido durante la recepción.
Escucho pasos a la distancia, y asustada, decido salir de la habitación. Camino con rapidez por el pasillo y abro la primera puerta que encuentro. Es un lugar oscuro y huele a artículos de limpieza. Cierro la puerta y me acomodo, dejándome caer en un pequeño banco. Mi celular no deja de recibir mensajes y llamadas. Con un nudo en la garganta, pongo el modo avión y espero a que el alboroto exterior pase pronto para poder salir de aquí.
Las lágrimas no tardan mucho en hacer acto de presencia, nublándome la vista. Las preguntas sobre el futuro y lo que haré tras este impasse no me dan tregua, y lo único en lo que puedo pensar es en que necesito a Flavia conmigo, y escuchar sus consejos con ese tono cantarín que tanto extraño.
La manilla de la puerta se mueve y me quedo inmóvil en mi sitio, esperando que la persona que esté fuera, pase de largo y siga su camino. Pero la suerte no está de mi lado el día de hoy, cuando la puerta se abre lentamente, revelando la figura de un hombre alto y atractivo que se desliza con gracia al interior.
—¡Oh, disculpa! —exclama en un susurro al cerrar la puerta tras de sí. Hace un ademán para salir. Siseo esperando que no haga ruido.
—No te vayas… Y tampoco digas que estoy aquí, por favor… —pido entre sollozos.
—Creo que no fuimos muy originales a la hora de buscar un escondite —bromea, quitándole drama al asunto. Sonreí, a pesar de tener los ojos llenos de lágrimas—. ¿Estás bien…? —Niego de inmediato—. Obvio que no lo estás… disculpa que haga preguntas tontas, pero buscaba un lugar donde esperar tranquilo a que el alboroto termine —murmura.
—¿Mucho caos afuera?
—Está todo mundo conmocionado. Supongo que no es algo que se dé con frecuencia…
—Creo que no… —replico en un hipido.
—¿Necesitas algo? ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? —pregunta con amabilidad, sacándose el pañuelo del bolsillo y entregándomelo.
—Necesito salir de aquí —murmuro, limpiándome los ojos.
—Iré a ver si encuentro algún lugar alternativo por dónde salir… golpearé tres veces antes de entrar. Así sabrás que soy yo. —Me regala una hermosa sonrisa y asiento en su dirección.
—Gracias…
El atractivo desconocido sale y escucho sus pasos alejándose, mientras la cabeza sigue dándome vueltas con lo que me depara el futuro, tras los recientes acontecimientos. En lo más profundo de mi ser, conozco la respuesta. Samuel Weiss, no se quedará de brazos cruzados y estoy segura que ya debe estar moviendo sus fichas en este juego, esperando ganar la partida con un jaque mate.
Sentía las piernas entumecidas, ya que el pequeño cuarto, además de ser reducido, era oscuro y húmedo, lo que lo convertía en un lugar bastante frío. Estoy tan sumida en mis pensamientos, que no escucho los tres golpes que da antes de entrar una vez más a la habitación, y casi me da un algo cuando lo hace.
—Lo siento —se disculpa agitado—. Encontré una puerta trasera, donde un taxi nos espera —menciona. Mis ojos se abren ilusionados y no puedo hacer más que ponerme de pie de un salto y darle un rápido abrazo.
—No sabes cuánto te agradezco —respondo entre sollozos.
—Debemos salir en silencio —advierte. Asiento en su dirección y tomo la mano que me ofrece para seguirlo.
━═ Maya ═━ Me miro en el espejo del tocador, ajustando los últimos detalles de mi atuendo. Es increíble cómo ha cambiado mi vida desde la última vez que estuve en Milán. Regresé a Estados Unidos llena de miedos, obligada a enfrentar a mi abuelo que quería que me casara con un hombre al que ni siquiera conocía. Recuerdo las noches de insomnio y la ansiedad que me consumía. En ese entonces, inicié una relación pactada con Justin Turner, un hombre con quien tenía muchas cosas en común, pero con quien no había conexión verdadera. Fue esa relación la que me llevó a conocer a Joshua, el hombre que ahora es el centro de mi universo y el padre de nuestro precioso hijo de cinco años, Ian. Mientras termino de maquillarme, escucho los pequeños pasos apresurados de Ian. Mi corazón se llena de ternura al ver su carita iluminada de emoción. —¡Mami, mami! —grita, corriendo hacia mí—. ¡Vamos, vamos! ¡Quiero ver Milán y volar en el avión grande como dijo el tío Cory! —Tranquilo, mi amor. Ya
━═ Joshua ═━La señora Taylor, nuestra vecina en Norwich, solía repetir una frase que ahora cobra sentido para mí: "El tiempo vuela cuando te diviertes, pero se arrastra cuando sufres". Cada vez que llegábamos a casa con Tyler y Owen después de una tarde llena de juegos y risas, al regresar de la escuela, ella nos recordaba esas palabras una y otra vez. Hoy, casi un mes después de habernos mudado a nuestro nuevo hogar, comprendo la profundidad de sus palabras.Es curioso cómo la vida puede dar giros inesperados, llevándonos por caminos que nunca imaginamos recorrer. Hace unas semanas, me encontraba en una encrucijada, luchando entre mi felicidad y la de Maya al ceder a las presiones externas. Recuerdo claramente cómo me sentí cuando tuve que alejarme de ella, obedeciendo las órdenes del señor Weiss. Fue como si una parte de mí se desgarrara, dejándome vacío y sin rumbo. Pero ahora, al mirar atrás, me doy cuenta de que aquellos momentos de dolor y confusión fueron la prueba tangible de
━═ Maya ═━Con Flavia, esta semana ha sido un torbellino de actividades y emociones. Nos reunimos a desayunar como lo habíamos acordado, y después de eso, nos regalamos un día de spa que me renovó completamente las energías, lleno de masajes relajantes y conversaciones. Ese día terminamos de consentirnos dándonos un festín en el restaurant de Renato, quien se sorprendió al ver a Flavia junto a mí y más aún, saber sobre mi embarazo.Al día siguiente, visitamos las instalaciones de Éclat Couture, y aunque no lo dijo directamente, pude notar un entusiasmo en Flavia, quizás, considerando mudarse aquí en el futuro. La presenté con Rachel, quien quedó encantada con mi mejor amiga, e insistió en que me tomara el tiempo que quisiera, sin presiones. Cuando le comenté sobre mi embarazo, quedó tan impactada como el día en que le confesé sobre mi matrimonio con Joshua, y con mayor razón, recalcó que no había prisa por mi regreso.El jueves decidimos recorrer la ciudad, mostrarle los lugares que ya
━═ Maya ═━Despierto de golpe, sintiendo una oleada de náuseas que me revuelven el estómago. Apenas puedo abrir los ojos cuando ya estoy corriendo hacia el baño. Esta rutina matutina se ha vuelto mi nueva normalidad. Apenas llego a tiempo antes de que mi estómago se vacíe en la taza del inodoro. Joshua, como siempre, está a mi lado en un instante, sosteniéndome el cabello y frotando mi espalda con movimientos suaves y reconfortantes.—Lo siento, tesoro —murmuro entre arcadas—. No quería despertarte tan temprano. —Él se inclina y deposita un beso en mi hombro, sus palabras cálidas contrarrestando mi sensación de culpa.—No te preocupes, amor. Ya tenía que levantarme para ir a trabajar. Además, prefiero estar aquí contigo.Termino de vomitar y me lavo los dientes, sintiendo la amargura residual en la garganta. Joshua me ayuda a levantarme y me lleva de vuelta a la cama, donde nos recostamos juntos por unos minutos más. Aprecio estos momentos de calma antes de que comience el ajetreo del
━═ Joshua ═━Termino de secar mi cuerpo y me pongo el pantalón del pijama, mientras los recuerdos del día regresan a mí en suaves destellos. El día fue una completa locura, pero una llena de satisfacción. Los padres de Maya y nuestros amigos se marcharon hace unos minutos, después de pasar todo el día montando muebles y organizando cada rincón del apartamento. Aunque aún faltan algunos detalles para darle más personalidad a nuestro espacio, puedo decir que, a pesar de mi reticencia inicial, ya empiezo a sentirlo como nuestro hogar.Al finalizar el día, la llegada de mis suegros con la cena fue el broche de oro. Trajeron una deliciosa comida italiana que compartimos entre risas y anécdotas, donde Flavia fue el centro de atención, haciéndonos reír con su chispeante personalidad. Fue maravilloso ver cómo todos se mostraban tan emocionados, al igual que nosotros, al transformar un apartamento vacío en un hogar lleno de risas y amor.Me recuesto sobre nuestra nueva cama, disfrutando del sil
━═ Maya ═━Al llegar al apartamento de nuestros amigos, una oleada de recuerdos me invade. Este lugar tiene una importancia especial en nuestra relación, es donde Joshua y yo realmente comenzamos nuestra relación, compartiendo momentos íntimos y dejando que nuestros sentimientos se profundizaran. A medida que entro, revivo vívidamente las veces que hicimos el amor en cada rincón, y no puedo evitar sentir un calor que sube por mi cuerpo. Joshua, siempre perceptivo, me lanza una mirada cómplice y sonríe, sabiendo exactamente en qué estoy pensando.—¡Maya, Joshua! —exclama Cory, abrazándonos con entusiasmo—. ¡Felicidades por el nuevo apartamento! Me alegra saber que todo va bien con tus padres, Maya —agrega esto último, solo para que yo lo escuche.—Gracias, Cory. Todo ha sido un poco abrumador, pero estamos felices —respondo, devolviendo el abrazo con cariño.Owen, por su parte, aunque nos felicita con un breve abrazo y algunas palabras cálidas, su incomodidad con la llegada de Flavia es
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