Los que me habían humillado junto a Ogre palidecieron al instante, con sudor frío en la frente.
Jamás imaginaron que la "despreciable perra faldera" fuera la verdadera compañera del presidente.
En ese momento, el miedo y el arrepentimiento se extendieron.
¡Llevaba la pulsera única!
¡Yo misma había afirmado mi identidad! Su ceguera y arrogancia los condenó.
Los vi agacharse, intentando escabullirse sin llamar la atención.
Pero Lucía, amiga de Hayley, gritó abruptamente:
—Sofía, ¿dónde encontraste a estos actores? Hacen un buen papel. ¿Quieres que Hayley los recomiende en Hollywood?
—¿Tan pobre estás que gastaste todo en pagarles?
—¡Al menos disimula! Te regalo un vestido usado. Así tu farsa será menos patética.
Lucía acababa de llegar. Ignoraba lo ocurrido.
Pobre tonta. Creía que humillándome ganaría el favor de Hayley.
Para Hayley, solo era una seguidora.
Y Lucía necesitaba halagarla para acceder a estas fiestas... y cazar un hombre rico.
Humillarme era su oportunidad.
Al fin y al cabo