Queríamos salir, no íbamos a pasar nuestra primera noche en el crucero encerradas en el cuarto, pintándonos las uñas, pero le habíamos dado carta blanca a Emily, que desde las seis de la tarde comenzó a arreglarse para su actor mexicano. Salió a las ocho convertida en una princesa, la adoramos, pero a la vez nos mordimos los codos porque no éramos nosotras las que estaban tan emocionadas.
—Espero no volver, chicas. —dijo con un guiño—. Que duerman.
Nos lanzamos, cada una, una almohada a la cara.
—Tenemos que salir —dijo Myriam—. La diversión y las aventuras están afuera. Si salimos, algo encontraremos, ya verás.
Nos decidimos, aunque no tuvi