Estoy seguro de que la diferencia de edad entre Adán y Eva era de, al menos, veinte años, porque si no, de qué otra forma ella lo hubiera podido haber tentado a morder la fruta del deseo.
Agradezco hoy al cansancio que me venció. Dios se apiadó de mí (ya era demasiado con haberme tentado con mi hijastra) y me embargó el dulce sueño, uno tan pesado que, al día siguiente, cuando Valentina me preguntó si había escuchado a la enfermera entrar a mitad de la noche, le respondí, con sinceridad, que no, porque, de no haber sido así, quizá me habría lanzado a morder la fruta que mi Eva me ofreció.
Tuve también suerte en la reprogramación que hicieron los chinos y tuve la disculpa perfecta para aplazar la cita con Emily, una semana m&a