Cómo me había divertido con la broma de la amnesia, porque no creí que fuera a caer y, ahora que lo veía regresar, después de despedirse de Emily, vi que tenía la misma cara con la que estuvo por ponerse a llorar sobre mi pecho.
—Pensé que estabas dormida —dijo luego de cerrar la puerta de la habitación.
—Y me dormí, un ratico, pero entonces sentí mucho silencio y me desperté. Sus voces me arrullaron.
—Bueno, igual ya es tarde y tuve un día muy pesado —dijo, desperezándose—. Voy a ir acomodando ese sofá, ¿tienes idea de dónde pueda encontrar unas cobijas?
—No tengo ni idea. Tienes que preguntarle a la enferm