Capítulo 03

Vitor

- ¡Joder, Bernardo! ¡Es una m****a que me hayas traído a esta clínica de m****a! ¡Te dije que estoy bien! - Me quejé.

Estábamos en una sala esperando al médico, que fue a buscar los exámenes.

- Debido a esto, tuve que cancelar un almuerzo con una rubia. Porque mi querido hermano estaba preocupado por mi salud.

- ¡Puedes parar, Vitor! Luego vuelves a hacer un trato con esa mujer. Sabemos muy bien que no es importante... - dijo Bernardo mirándome fijamente. 

- ¿Cómo que no es importante? - Le corté. - ¡El sexo es importante! ¿O crees que un hombre de mi tamaño se va a masturbar como un adolescente? ¡Venga ya! - recalqué.

Agachó la cabeza de un lado a otro, sin creérselo.

- Escucha, Vitor, hace dos meses que no estás bien. Cansancio, fuertes dolores de cabeza, náuseas, dolor en las rodillas... - Desvió la mirada hacia la puerta, para ver si había llegado el médico. Cuando no apareció, volvió a mirarme. - No olvides que delante de los proveedores que habíamos contratado esa mañana, tu nariz empezó a sangrar en medio de la reunión. ¿O vas a decir que eso es normal?

- Podría ser estrés en el trabajo. Además... llevo esa empresa a cuestas...

- ¡OK! - gritó.

Perdí el equilibrio del susto. Sin demora se levantó, dirigiéndose a la esquina de la habitación. Apoyó la mano en la pared y se quedó allí un rato. Está angustiado, nunca le había visto así. Claro que es normal que se preocupe por mí, porque sólo me tiene a mí.  A nuestros padres les importamos un bledo mi hermano pequeño y yo. Llevan viajando desde que yo tenía dieciséis años y Bernardo catorce.

Nuestro padre se hizo cargo de la empresa durante bastante tiempo, bueno, hasta que yo cumplí la mayoría de edad y después de que terminamos la escuela de negocios y la ingeniería civil. Si no me equivoco, ahora mismo están en Cancún. Eso fue el mes pasado, cuando hicieron una videollamada. Ni siquiera preguntaron si estábamos bien.

No voy a mentir, los echo de menos, especialmente en este momento. ¿Es raro que piense en ellos ahora? Nunca me importó, pero tengo esta sensación... 

Me giré y miré a mi hermano pequeño, que seguía en el mismo sitio, con la cabeza gacha y apoyado en la pared. Creo que intenta disimular... Pero sé que está conteniendo las lágrimas para parecer fuerte, pero tiene miedo.

¡Oh, m****a! ¿Qué pasa con este maldito retraso del médico? Seguro que esto no es bueno. Dejé escapar un suspiro y luego me levanté de la silla y fui hacia él.

- ¿Nadar? - Así es como lo llamo cuando quiero disculparme o que no quiero discutir con él. - Sentémonos allí. - Le puse la mano en el hombro. Levantó la cabeza y me miró. - Por favor hermanito, te prometo que no me quejaré más.

Movió la cabeza asintiendo. Fuimos a la silla y nos sentamos. Pronto se abrió la puerta y entró el médico.

¡Por fin! No podía esperar más.

- Disculpe el retraso, tenía una duda con un compañero de trabajo.  Pero parece que es exactamente eso... -dijo el médico colocando una carpeta sobre la mesa y luego tiró de la silla para sentarse. Me quedé mirándole, confuso. ¿Qué quiere decir con una pregunta?  ¿Qué coño es esto?

- ¿QUÉ COÑO HAS DICHO? ¿FUISTE A HACER PREGUNTAS? - salté de mi silla, señalándole. - ¿ERES MÉDICO O NO?

- ¡Cálmate, Víctor! - me pidió Bernardo, tirándome del brazo para que me sentara. Le aparté de un empujón y seguí mirando fijamente al hombre de la bata blanca que tenía delante. Entonces me di cuenta de que miraba a mi hermano. Luego miré a mi lado izquierdo y Bernardo parecía angustiado, debía de ser por mi impulsividad.

Intenté calmarme. Hice lo que me pedía, saqué la silla y me senté. Le pedí educadamente, por supuesto, que continuara. No sé, pero tengo la impresión de que no es bueno.

- Como iba diciendo hasta que el señor Carvalho me interrumpió... - Se inclinó hacia delante con los brazos sobre la mesa. - Y sí, soy médico, licenciado en medicina y especializado en oncología.

Alcé una ceja. ¿Pero qué demonios ha dicho? ¿Qué había dicho? Podría preguntar, pero preferí callarme.

- Quería estar seguro de dar este diagnóstico... - Abrió la carpeta, miró un rato los papeles, creo que son los exámenes y miró a mi hermano.

- Puedes hablar. Seguro que estoy estresado, yo también llevo la empresa a cuestas y tengo que resolverlo todo yo solo... -dije sonriendo y echándome hacia atrás en la silla. - Mira para no hacerme perder más tiempo. Apunta mi medicina en esos cuadernitos que tienes ahí. - Advertí señalando su escritorio. Nos disponíamos a levantarnos cuando el doctor me detuvo.

- ¡No creo que lo entiendas! No estás estresado. - Te tomaste un descanso. - Tienes leucemia. Está un poco avanzada...

- ¿QUÉ HAS DICHO? - Le corté.

Iba a repetirlo, pero me levanté de la silla y me coloqué detrás de ella.

- ¡NO PUEDE SER! ¡NO, NO!

Me paseé de un lado a otro agitando la mano negativamente hacia él.

- ¡Esto está mal! - murmuré. - ¡ESTE PUTO EXAMEN ESTÁ MAL! - grité.

Estoy muy cabreado. Miré al médico con indignación. ¡Maldita sea! ¡No me lo puedo creer!

- Vitor, cálmate... - Bernardo levantó los brazos y se acercó a mí, intentando calmarme.

- ¿CALMARME? Bajé las manos y le miré. - ¿ESTOY ENFERMO? ¡CON CÁNCER! ¡ESO ES CÁNCER, JODER! - Me di la vuelta y señalé a ese gilipollas que dice ser médico.

- Escuche, Sr. Carvalho. Puedo entender que esté así, pero no voy a permitir que me ofenda. - Advirtió, señalándome. Justo cuando iba a acercarme a él y darle una buena respuesta, mi hermano me agarró del brazo, haciéndome girar hacia él.

- ¡PARA! ¡BASTA YA, JODER! - gritó.

Le miré atónita. Nunca le había visto así. Me quedé en el mismo sitio y él se llevó las manos a la cara y me miró fijamente.

- ¡Escucha, escucha bien, Vitor! - Negué con la cabeza. - Sé que tienes miedo...

- Basta... Esta m****a está mal... -levanté la mano para coger la suya. Luego miré al desgraciado que tenía delante y le señalé.

- ¡VITOR ALBUQUERQUE CARVALHO! - Él me llamó.

Lo miré inmediatamente. Recordé que así me llamaba nuestro padre cuando hacía algo de arte de pequeña.

Al tener mi atención, se acercó más y volvió a ponerme las manos en la cara.

- Por favor... para ahora mismo. Es inútil decir que no, pero sé que tienes miedo... -susurró. Aparté la mirada.

- Nado... - volví a mirar a mi hermano pequeño. - No quiero morir... - Hablé y mi voz era tan débil que no me oía.

- ¡No lo harás! - Me quitó la mano de la cara y me la llevó al cuello, acercándome a él.

Apoyé mi frente contra la suya. Cerré los ojos y sentí que se me caían las lágrimas.

- Nos las arreglaremos. Pero no estáis solos. Yo estoy aquí contigo. - susurró. Negué con la cabeza.  Entonces se apartó y me dio dos palmadas en el hombro. Pronto volvimos a la silla. Me limpié la cara y miramos al médico, que nos explicó todo sobre esta enfermedad.

***

- ¿Qué voy a tener que hacer? - pregunté, después de oírle explicar la enfermedad. Y hablaba del tratamiento.

- Quimioterapia. Pero mirando las pruebas aquí - dijo el médico y echó otro vistazo a las pruebas. - No está avanzado, creo que podemos hacerlo. - Volvió a mirarme.

- ¿Qué demonios es eso? - pregunto. Me reclino en la silla con los brazos cruzados.

- Se lo explicaré. - Dio un resoplido de aire. - Es un tratamiento que utiliza medicamentos para destruir las células enfermas que forman un tumor. Estos medicamentos se mezclan con la sangre y son transportados a todas las partes del cuerpo, destruyendo las células enfermas que están formando el tumor y evitando también que se extiendan por todo el cuerpo. - Hizo una pausa. Arqueé una ceja, sospechaba. Miré a mi hermano y luego al médico.

- ¿Qué le pasa? - preguntó Bernardo, mirando fijamente al médico.

- Tiene algunos efectos secundarios de la quimio. - Me incliné hacia delante, apoyando los brazos en la mesa.

- ¿Qué efectos secundarios? - pregunté, mirándole fijamente.

- Pueden provocar caída del cabello, diarrea, vómitos, llagas en la boca

- ¡Ya basta! ¡Puedes parar ahí mismo! - Levanté la mano, haciendo que dejara de hablar. Luego me levanté de la silla, colocándome detrás de ella.

- ¡Victor! ¡Escucha al doctor! - me preguntó mi hermano. Le miré.

- Ya he oído suficiente. ¡No lo haré! ¡Prefiero morir a tener ese horrible tratamiento!

- Pero hay otra manera, ¿no? - Bernardo volvió la cara y miró fijamente al médico.

- Sí. Podemos hacer pruebas para ver si eres compatible y, si lo eres, podrás ayudar a tu hermano, ya que su leucemia está en sus primeras fases. - respondió el médico.

- ¡Ya ves, Vitor! ¡Todo va a salir bien! - dijo mi hermano pequeño, que se acercó a mí. Asentí, moviendo la cabeza. Luego le sonreí. Eso espero. No quiero morir...

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