Capítulo 4: La fiesta

Al día siguiente, aproximadamente a las 09:00 horas, apareció en su habitación una de las mucamas a despertarla y 15 minutos después Jonathan para abrir la ventana, logrando que se removiera en la cama con obstinación. La noche anterior se había dormido tarde por todo el asco que sintió de sí misma después de lo que había hecho.

—¡A levantarse de la cama, mi ciela! La mucama me dijo que no quisiste salir de ahí cuando vino, así que decidí venir yo mismo. Hay mucho por hacerte. —Dicho esto empezó a caminar por la habitación sacando y revisando todas las cosas. También empezó a repasar el armario.

—¡Ay, no! —se quejó Nicole tapándose con la sábana para que el sol no la incomodara. Pero momentos después el hombre también le quitó la sábana.

—Vamos, mi ciela, en menos de 15 minutos viene la esteticista a depilarte todita, mi amor, así que tienes que estar bañadita —expresó dando unos aplausos apremiantes.

La pelirroja quiso protestar, pero Jonathan la cargó y la dejó en la puerta del baño. Luego volvió a decirle que se apurara con una sonrisa de oreja a oreja, ganándose la mirada de odio de ella.

Dos horas después de la tortura de haber sido depilada en todo el cuerpo, apareció nuevamente Jonathan a colocarle una mascarilla y avisarle que tenía 15 minutos para bañarse y sacarse cualquier residuo de cera depiladora antes de que llegara el masajista y la otra esteticista, especialista en limpiezas faciales.

—¡Ay, no! —protestó con exasperación, pero a nadie le iba a importar. Ella tenía que cumplir con todas las exigencias de belleza, sin importar siquiera que estuviera a punto de morir de hambre—. ¿No puedo comer algo?

—Por supuesto… que no, mi ciela. Tienes que esperar. Te voy a mandar a traer una bebida proteica para que resistas hasta que terminen todo. Tienes que estar lista a las 13:30 horas máximo… ¡y aún hay mucho por hacer!

Después de un montón de cosas de belleza que ya hasta había perdido la cuenta, por fin a la hora indicada estuvo lista y Jonathan chilló al verla tan hermosa, con un vestido blanco corto que la hacía ver mucho más dulce e inocente. Además de un sombrero de vaquero de color beige y unas botas a juego. Se miró en el espejo y se sorprendió de lo hermosa que se veía. ¿En serio era ella?

Y pudo corroborar que sí era ella al reunirse con Dominico en la entrada, lista para salir del lugar, y que el hombre no sólo se quedara embobado viéndola, sino que además la quisiera abrazar y besar. Por suerte, su nuevo estilista intervino, diciendo que le dañaría el maquillaje y pudo zafarse del rubio por ese momento.

Lo siguiente sería sobrevivir a la fiesta de los socios y, honestamente, la pelirroja dudaba mucho que fuese algo provechoso. Y más siendo que tenía que lidiar con hombres de dudosa moral, o al menos eso creía hasta que, justo antes de irse de la hacienda con el hombre que la desposaría, Jonathan le dijo enfáticamente:

—Cuidadito con hablar de narcotráfico. Estas personas son unos gringos muy correctos y moralistas que hacen negocios con el jefe sin saber el trasfondo del origen de la plata, así que evita en lo posible hablar de lo que el jefe hace entre México y los Unaited. —La miró con reproche—. No hables demasiado, aunque yo sé que tú casi no hablas, pero igual ten cuidado. —La abrazó y ella simplemente se sintió aturdida con toda esa reciente información—. En lo que vuelvas hablamos con más calma y te explico. —Finalmente, le guiñó un ojo y la dejó marcharse.

El lugar en el que se llevaba a cabo la fiesta era una hacienda igual de grande que la de Dominico, que quedaba alejada a unos 2 kilómetros de distancia, por lo que demoraron un poco en llegar, pero por suerte su futuro esposo se encargó de asegurarse de que no se ensuciara su lindo vestido blanco. Iban en una camioneta enorme y con los vidrios ahumados, que le hizo pensar que probablemente también estaba blindada.

Bajaron en toda la entrada principal de la casa de la hacienda y fueron recibidos por una chica vestida de personal de servicio, la cual los llevó a la parte de atrás, en donde había una enorme piscina con un montón de chicas bañándose y jugando voleibol, todas con trajes de baño que dejaban ver unos cuerpos envidiables. Por otro lado, Nicole pudo ver que había algunos hombres reunidos jugando dominó en un área de la fiesta.

Dominico la abrazó por la cintura en todo momento, marcando su territorio, y Nicole sólo pudo sonreír forzadamente mientras le presentaban a un montón de personas cuyos nombres había olvidado minutos después. Tras una corta caminata, llegaron a un área central bien delimitada, en donde había algunos hombres hablando con una botella de licor en el medio, se veía que se trataba de un tequila caro, pero era una marca desconocida para la pelirroja.

—Les presento… ¡a mi futura esposa! —exclamó emocionado Dominico ante un señor de unos 60 años que parecía ser su principal socio y unos chicos que se encontraban a su alrededor. Ella simplemente sonrió y levantó la mano con nerviosismo a modo de saludo, sin mediar ni una palabra en ese momento.

No es que tuviera muchas ganas de hablar, y menos después de la advertencia de su estilista, pero sinceramente le preocupaba mucho no saber si tenía que decir alguna otra cosa en ese momento. No obstante, poco después Dominico y el hombre mayor se retiraron al interior de la casa, y lo único que dijo el hombre antes de irse, dirigido a los muchachos que habían estado acompañando al señor, fue:

—Me cuidan a mi reinita, muchachos. Yo voy a hablar de negocios con Raimoncito. —Y le dio un beso en la mejilla a la chica antes de retirarse.

Nicole nuevamente se quedó sin saber qué hacer, pero al menos sabía que podía sentarse con personas que parecían contemporáneos con ella a hablar. Así que simplemente alzó su mano derecha y saludó, para luego quedarse sentada en el lugar, mientras una chica con ropa de personal de servicio le entregó una copa de alguna cosa.

Miró a los presentes, y notó que eran tres chicos bastante guapos. Tenía que reconocer que los tres deslumbraban demasiado, especialmente siendo que ella tenía una apariencia “normal”.

Uno de ellos era el típico gringo perfecto, alto, guapo, con el cabello rubio ceniza y ojos grises que parecían dos diamantes, que bien podría haber representado un Live Action como Jack Frost de lo atractivo que era y seguramente habría enamorado al público entero. Ese era bastante alto y realmente llamativo.

El segundo era un chico de cabello negro alborotado y ojos tan negros que parecían sólo pupilas dilatadas sin iris, su mirada era un poco terrorífica, pero a la vez era bastante llamativo, su tez era tan blanca que, si los hubieran puesto uno al lado del otro, cualquiera habría pensado que Nicole era más oscura de lo que realmente era. Además, tenía unas ojeras extrañas que le daban la apariencia de un cantante emo, lo que le pareció algo gracioso.

Finalmente, había un chico que parecía sacado de una película, era castaño de ojos azules y… ¡sí, era un actor de Hollywood! Ella lo había visto en una película recientemente, aunque no recordaba su nombre en ese momento.

—¿Les molesta que me quede con ustedes aquí? —preguntó ella con nerviosismo, sintiéndose que ya no llamaba mucho la atención, a pesar de sus lindas ropas.

“¡Que tonta soy al creer que sobresaldría sólo por estar tan bonita hoy!” —pensó mientras hablaba.

Nicole había entendido en ese momento que en el mundo de la gente con dinero, ella probablemente no encajaría, incluso si se casaba con alguien como Dominico Ibusquiza.

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