XVI. Juzgar sin conocer es injusto

El tiempo transcurrió sin el más mínimo resquicio de represalia, hasta que una noche de luna llena Natalia había salido al corredor donde se sentía cómoda sentada en el exterior de su casa, apreciando la noche estrellada, su amado esposo acariciaba su vientre prominente, que era evidente, el nuevo ser viviente que ambos de manera ferviente daban gracias al omnipresente por la concepción y rogaban por su advenimiento. Natalia estaba en su séptimo mes de gestación fruto de la relación con Andrés y que a su vez los dos habían decidido cohabitar en la misma casa, después de que en silencio se casaron solo por las leyes terrenales. Conversaban amenamente, Andrés empujaba la silla donde estaba su amada sentada, una relación como un matrimonio de ensueño, por la ternura que irradiaban en ese momento, cuando inesperadamente dos camionetas a alta velocidad irrumpieron aquella propi

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