Capítulo 14: La mujer perfecta

El grito de alegría de su amiga la obliga a apartar el teléfono para no quedarse sorda y se ríe por ese estallido de alegría.

—¡Ah, que emoción! ¿A qué se debe el querer hacer ese cambio?

—Hay dos serpientes a las que cerrarles la boca… y como mi jefe no es un viejo verde, mano larga y pervertido, bien vale hacerlo.

—Perfecto… pero te advierto, no me voy a medir.

—De hecho, sí. No tengo tanto dinero, así que todo con mesura.

—¡Mesura mis polainas! Si no me llamabas tú, iba a hacerlo yo… ¡Salió tu cheque!

—¡¿En serio?! Que bueno, ya necesitaba mi sueldo, aunque no esté completo.

—En eso te equivocas, sí está completo y además salió tu indemnización —Lucie se deja caer en el asiento con la boca abierta—. No tengo idea qué es lo que pasó, pero te aseguro que es lo justo.

—Me estás mintiendo… ese viejo no iba a pagarme un peso.

—Pues o se va a morir o le llegó una revelación de bondad, porque lo hará. En el almuerzo me enteraré del chisme completo.

—Me lo cuentas mañana, porque
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