Terminé el turno de la noche en la clínica, vi a Nadia sonreírme, no sé qué me pasa con ella, no le he sido infiel a Patricia, pero ya me aburrí de la monotonía. Vivimos juntos en nuestro apartamento aquí en Blanco, los fines de semana nos vamos a los Ranchos. Mi única adrenalina últimamente es cuando estamos en operativos en cualquier parte del mundo.
Llegué al estacionamiento por mi carro para ir a mi casa a… ¿Pelear con Patricia?, ya me cansé de esto, el tema es que no quiero causarle daño. ¡Yo sabía que esto me iba a pasar!, yo no nací para ser hombre de una sola mujer, vivir a ser el esposo fiel, y padre abnegado como lo son mis hermanos, ese no siento que soy yo.
No soy como Roland idolatrando a su esposa e hijos, o Simón que solo ve por los ojos de su familia. Miguel y su pequeña, ahora con Inés, su hija lleva el nombre de nuestra vieja —me aferré al rosario, «¡ay vieja! No quiero hacerle daño a Patricia, pero siento que no la amo como antes».
Debo hablar con ella, debo ser fra