No tenía sueño y eso que mañana debo madrugar para llegar a la universidad. Estoy cansada, pero no puedo dormir, no dejo de pensar en lo que dijo Arnold. El hablar con las señoras me ayudó un poco a entenderlo, al parecer soy bastante importante, solo que él tiene miedo y no quiere lastimarme, eso dijeron. Lo cierto era que me siento muy mal, siento que fui estúpida, mis padres ya duermen y yo decidí salir a despejarme un poco.
—Debes acostumbrarte, el cuándo se cansa de una mujer la cambia por otra.
Miré a Maya, ella ayudaba a mi mamá en la cocina de El Renacer. Era una de las muchas mujeres del güerejo.
—Guadalupe, te estaba buscando. —El corazón me latió a mil, Arnold se puso a mi lado y Mirna abrió la boca—. Tú. —hizo gestos de no acordarse de algo.
» No me acuerdo cómo te llamas, sé que me abriste las piernas, pero hasta ahí.
Yo sentí lo que se dice pena ajena, la pobre Mirna estaba roja por la ira.
» Voy a ser muy claro, vuelve a insinuar que entre Guadalupe Sánchez Hernández y