Son las cinco de la mañana, hace veinte minutos salimos de la reunión con Rata, los niños siguen durmiendo, solo esperarán a que regrese el avión privado y se regresan a Blanco. Yo me quedo hasta el miércoles de la semana entrante, el jueves era mi primer día de clase. La Renacuaja hace un par de horas nos entregó una muda de ropa a cada uno de los que estábamos, fue recursiva la mexicanita. Que por cierto debe estar dormida.
—Arnold. —miré a Rata.
—Señor. —llegó a mi lado.
—No has descansado.
—Tú tampoco. —contesté, Lina nos entregó un pocillo de café—. Gracias. —Le dije a la mujer del capataz del Arenal.
—Gracias por mantener a mis mocosas con vida.
—No fue nada, son mis sobrinas después de todo. Además, ha sido la Renacuaja la que las ha cuidado.
—Sí, cada vez aprecio más a esa jovencita, se ha sabido ganar un dinero extra, solo acepta el dinero si lo ha trabajado.
—Debe estar dormida.
—No, escuché a Mole que la invitaría a cabalgar, deben de estar con Julio recorriendo la finca.
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