Eran más de las tres de la mañana cuando me metí debajo de las cobijas, en una colchoneta estaba Diana con la cuna de Isaac a su lado, Luisa salía del baño. Mi comadre se sentó, la he notado pensativa.
—¿Te pasa algo?
Le pregunté, estaba muerta de cansancio. Luisa se acomodó en la otra colchoneta. Estos dos días hemos hecho una buena empatía y Clarisa era un amor de mujer, con razón Daniel la adora; era una mujer bajita, rellenita sin perder las curvas de su cuerpo, cabello a los hombros y con una mirada llena de dulzura para todo el mundo.
Gladis se ha unido mucho a nosotras también, era seria, Arnold la molesta mucho con eso, le lanza apodos y cuando este da la vuelta ella sonríe. No sé qué tiene con Gustavo, pero estos se traen algo entre manos. Las cinco estamos construyendo una buena amistad.
—Si te dicen que quieren jugar contigo para toda la vida hasta que la muerte los separe, ¿Qué significa? —Se comía las uñas, Luisa se sentó mirándome.
—Soy la mayor de las tres, pero es evid