Leela duró dos semanas en la aldea Dee, donde dejó a un maestro asignado para los entrenamientos.
—Maestro —Ken se le acercó bajando el rostro—. Lo voy a extrañar, maestro. Le prometo que voy a entrenar con fervor y voy a ser el mejor guerrero de la aldea. Lograré que se sienta orgulloso de mí.
—Deja de referirte a mí como si fuera hombre. —Frunció el ceño—. Y claro que estaré orgullosa de ti. Cuídate y cuida de tus compañeros. —Le levantó el mentón y le dedicó una sonrisa. Él le sonrió también.
—¡Gracias, maestro! —Volvió a hacer reverencia. Leela giró los ojos y después de despedirse de todos, se marchó.
—¡Leela! —Eli la recibió con un fuerte abrazo—. ¡Qué bueno que está