Por Rocío
Mis noches eran terribles, se mezclaba todo, la bolsa mortuoria, recordaba esas cuadras arrastrándome para huir de la misma muerte, esa soledad a la cual él me empujó, luego de hacerme creer que el amor había tocado su corazón y que yo era la elegida de su vida.
Que se había entregado a ciegas sin ninguna razón, solamente porque así lo dictaba su alma.
-Quiero comenzar a trabajar.
Le dije a Gaby.
-De acuerdo, pero antes quiero terminar una conversación.
Se agacha, sorprendiéndome mucho.
Con un anillo en la mano, y con cierto pudor, me tomó la mano.
-¿Te querés casar conmigo?
Me preguntó ansioso.
Estoy segura que si hay alguien que en algún momento puede borrar mi tristeza, esa persona es Gabriel y egoístamente le dije que sí.
-Sí, Si, cielo.
Me colocó el anillo y me besó, muchas veces me besaba y algunas veces las caricias subían de tono, pero todo se quedaba ahí.
Yo no me iba a negar a nada.
Creo que él eso no lo sabía.
Realmente quiero a Gabriel.
Esta vez las caricias sig