Al escuchar las palabras de Celeste, los demás también miraron a Juan con gran curiosidad.
Juan esbozó una sonrisa algo misteriosa y dijo: —Tengo mis métodos.
Poco después de que Francisco se marchara, Celeste recibió una inesperada llamada telefónica.
Con una expresión seria en el rostro, miró la pantalla y dijo: —Es el comandante Lizardo de Villa del Solís, parece que Francisco fue a quejarse con él.
—Contesta, —dijo Juan sin titubear.
Celeste respiró hondo y finalmente respondió la llamada.
Después de colgar, su rostro estaba algo pálido y dijo con una voz preocupada: —Lizardo me ordena presentarme en el campamento militar de Villa del Solís en tres días para disculparme con Francisco, o de lo contrario, sufriré las consecuencias.
Al escuchar estas palabras, las expresiones de todos cambiaron de manera drástica.
Lo inevitable finalmente había llegado.
Solo Juan permaneció calmado y dijo con total serenidad: —Hermana, no tengas miedo. En tres días te acompañaré a Villa del Solís. Qui