— No deberías estar sola.
Michael Madison.
A tres metros de mí.
Y sentí claramente como el odio y la repulsión llegaron a mí simplemente con tenerlo detrás de mí.
Me giré y lo encare.
No le demostraría temor ni precaución. Aunque si la tendría. Me sorprendió verlo aquí, y cerca de mí.
— ¿Por qué? — dudé y sonreí falsa. — ¿Podrías violarme aquí también? — añadí amarga
— No digas eso. No aquí. — dijo y miro a todos lados. — No es divertido.
— ¿Ah sí? — añadí y coloqué mis manos como jarras. — Debiste pensarlo antes de hacer eso. — solté y lo rodee para seguir caminando.
— Tenemos que hablar. — dijo con precaución.
Seguí caminando y tras escuchar eso giré lo miré. Una señora paso entre los dos, en cuanto lo hizo le hablé.
— No, tú quieres hablar y yo no. — vocifere agria.
— Samanth