Gálata no supo ni como sus pies se movieron tan rápido, pero mientras veía a cada nada sobre su hombro tuvo que apresurar aún más sus pasos. Mauro ni siquiera lo disimuló, iba tras su presa y no podía perderla de vista.
Gálata llegó al primer piso y frenó en seco al ver a los dos tipos que entraron por ese sitio, dos más salieron cada lado.
Miró atrás y Mauro bajaba apresuradamente las escaleras eléctricas. No tenía salida, sus latidos se escucharon retumbar en sus orejas y su cabeza vibró al mismo ritmo.
Un estallido se dió en la parte de arriba, todos comenzaron a correr despavoridos y en el descuido ella también lo hizo yendo entre el montón, saliendo del edificio, las puertas fueron abarrotadas y ni Mauro ni su gente supieron como pasar a través de todos ellos para alcanzarla.
Gálata ni siquiera vio a donde iba, solo se encargó de no ser tirada en el piso como muchos que cayeron y fueron pisoteados por todos los demás.
Su corazón estaba a punto de estallar, necesitaba respira