Damián Webster.
El celular vuelve a sonar sobre la mesita de noche, lo ignoro una vez más y me concentro en terminar el cigarro entre mis dedos. Mis ojos se pierden en la fuerte lluvia que cae a fuera manteniendo un clima gris y melancólico.
Le doy una calada más al cigarro y abro un poco la puerta corrediza de cristal que da paso a un balcón. El olor a humedad no se hace esperar y se adueña de cada rincón de la habitación blanca y fría del hotel en el que he estado en las últimas cinco horas.
Doy una última calada y tiro la colilla afuera, mirando atentamente como la lluvia termina de apagarla y hacerla nada. Sonrío sin apartar la vista, evocando en mi memoria cada palabra, cada discusión, lágrima y pelea.
Mis músculos se tensan al percibir la rabia e impotencia que los recuerdos producen.
Tengo la vida hecha mierda.
Un par de manos frías me regresan al aquí y el ahora, se pasean desde mi espalda hasta rodearme el abdomen, y la siento recostar su cabeza en mi espalda. Mi corazón se c