Abril, 23
Damián Webster.
Vuelvo a mirar el reloj en mi muñeca; ocho y cuarenta de la mañana. Suelto un suspiro silencioso, dejo descansar mi codo de la superficie del escritorio y con mis dedos presiono el puente de mi nariz.
—Si. Si, Hansel, no me importa.— digo de mala manera al auricular del teléfono pegado a mi oreja.
—¡Te estás volviendo loco!-exclama enojado, del otro lado de la línea.—¡Te dije que no fueras! ¿Te has dado cuenta que acabas de empeorar las cosas?
—¡Es mi problema, Hansel, maldición!—gruño y él también lo hace.— Además recuerdo haberte escuchado jurar que no volverías a tocar el tema.
Suelta un suspiro y yo pongo los ojos en blanco.
—Cierto, eso dije.— habla con algo de enojo.— Pero... ¿Amigo, en serio estás dispuesto a enfrentarte al sistema legal...?
—Si, ya te lo he dejado claro.— no lo entiendo, se comporta como sí verdaderamente fuera un problema, como sí no supiera lo fácil que es pagarle a todos esos malditos para que al final salga ganando yo, y los maldi