Por la mañana, me deslicé silenciosamente fuera de la cama mientras Gabriel aún dormía profundamente.Con cuidado, retiré la sábana y me acurruqué a su lado desnuda, colocando su brazo alrededor de mí. Mis movimientos lo despertaron y, al abrir los ojos, lo recibí con una sonrisa cálida.—Hola, cariño —susurré, esperando que mi ternura ocultara la turbulencia interna.Gabriel me miró sorprendido, sus ojos aún nublados por el sueño reflejaban confusión.—¿En verdad estuviste conmigo? —preguntó, con curiosidad vibrante en su voz.—Sí, mi amor. Te dije que te amo —respondí con dulzura, deseando que mis palabras no sonaran a mentira evidente.Él me atrajo hacia su lado con un beso apasionado, aunque yo ocultaba mi repulsión detrás de un gesto afectuoso.—Amor, ahora no puedo. ¿Has visto la hora? Tengo un examen importante. Me encantaría quedarme más tiempo en la cama contigo y hacer travesuras, pero no puedo arriesgarme a reprobar por faltar —expliqué, cubriéndome con la sábana mientras m
★ Nathan Caminé lentamente hacia la casa de David, con cada paso resonando en el silencio de la noche. Ana y los demás oficiales me seguían de cerca, con sus rostros tensos reflejando la seriedad de la situación.Con una mirada, indiqué a uno de los oficiales que derribara la puerta, pero el golpe fue tan brutal que casi arrancó la puerta de sus bisagras. Un exceso de fuerza que revelaba la ira contenida dentro de nosotros, una ira alimentada por la injusticia y el dolor.Algunos oficiales subieron las escaleras hacia la planta superior, mientras otros descendíamos al sótano, adentrándonos en las sombras donde se escondía el horror más profundo.Sabía que Gabriel estaba allí, en algún rincón oscuro, y mi corazón latía con la anticipación de enfrentarlo cara a cara. Le pedí a varios hombres que me acompañaran, aunque en realidad sabía que no necesitaba a nadie más que a mí mismo.Descendimos por las escaleras con cautela, nuestros pasos resonando en el aire cargado de tensión. Y allí,
—¿Mami, me das permiso de salir con mi tía? —preguntó la pequeña, haciendo ojitos a Alondra, cuya mirada se llenó de cariño al escucharla.—Por favor, cuídala —respondió ella con una suave sonrisa en el rostro, denotando ternura y confianza en Ana.—Sí, por supuesto. La traeré de vuelta en unas horas —aseguró Ana, tomando la manita de Strella y encaminándose hacia el auto con ella, quien reía emocionada.—Creí que querías pasar tiempo con ella —comenté, acercándola a mis brazos.—Sí, pero... quiero darme un baño antes. Me siento un poco sucia. Acabo de enfrentarme a situaciones difíciles. No quiero cargar a mi hija con esa energía negativa. Será mejor que esté limpia cuando ella regrese —explicó Alondra con sinceridad, demostrando su preocupación por el bienestar de Strella.—Alondra, ¿te casarías conmigo? —pregunté, dejando escapar la pregunta que llevaba en mi mente desde hacía tiempo, aunque mi expresión fingía despreocupación.—¿Qué? —ella me miró confundida, sus ojos revelando so
Decidir si amar o no a alguien puede ser extremadamente difícil cuando te encuentras en situaciones nuevas donde no estás seguro de si debes tomar las cosas con calma o actuar estúpidamente.En esta travesía que se ha vuelto cada vez más complicada, las dificultades surgen gradualmente y te lastiman mientras sigues adelante.Soy una de las personas más comprometidas en mi trabajo para no vivir bajo la influencia de mis padres; sin embargo, a veces parece que eso no es suficiente. Siempre he sentido que estoy atrapada en un entorno que no fue diseñado para mí.Desde siempre he anhelado encontrar a alguien a quien amar y que me ame tal y como soy.A medida que intensificaba mi búsqueda, esa persona tan deseada no aparecía, convirtiéndose en algo que gradualmente me causaba daño emocional.Aquel día, al igual que cualquier otro, me encontraba en el patio de la escuela observando a mi primer amor, un chico que se movía incansablemente persiguiendo un balón.A mis ojos, él era la persona m
—¿Por qué no lo intentas? Puede que te lleves una agradable sorpresa —me dijo con una sonrisa enigmática.—Estimado Doctor Suárez —comencé, dejando que una mirada traviesa iluminara mi rostro —parece evidente que ha tenido admiradoras a lo largo de su vida debido a la belleza de sus ojos. Sin duda, sus encantos físicos eran notables en su juventud. ¿Has tenido muchas parejas sentimentales?El doctor, visiblemente incómodo con mi pregunta, respondió con diplomacia:—Señorita, no sería apropiado que me tratara de esa manera, ya que soy su médico.Pero en su interior, pude percibir cierta vergüenza, aunque de manera irónica, sabiendo que nunca reconocerá mi rostro en el futuro.Cerré los ojos y dejé que el aire fresco llenara mis pulmones, como si quisiera purificar mis pensamientos antes de continuar.—¿Podemos continuar con la historia? —pregunté.—Tenemos tiempo de sobra, señorita Vergara —mencionó el psicólogo Suárez, con una voz calmada que contrastaba con mi ansiedad.Miré nuevamen
—Después de que los brutales golpes finalmente cesaron, me esforcé por levantarme del suelo, sintiendo cada músculo adolorido y cada respiración entrecortada.»Con pasos tambaleantes, me dirigí hacia mi hogar, donde el aire solía estar cargado de la exigencia constante de mis padres.»¿Puedes imaginar el torbellino de emociones que se desató cuando llegué a casa, con mi ropa desgarrada y mi cuerpo magullado?Él permaneció en silencio, sus ojos inquietos buscaban una salida en medio de la angustia que lo envolvía.—Fui golpeada con brutalidad y me vi forzada a faltar a la escuela durante toda una semana, pero para mi sorpresa, nadie mostró la más mínima preocupación por mi bienestar. Ni siquiera mi mejor amiga, Mónica, se molestó en venir a verme.Las lágrimas inundaron mis mejillas mientras me refugiaba en la intimidad de mi habitación. Siempre anhelé tener amigos, por eso procuré ser amable con todos, esforzándome por encajar y mostrando lo mejor de mí misma. Sin embargo, a pesar de
Sus ojos, inquietos y llenos de angustia, se movían frenéticamente, reflejando un profundo temor que me impulsó a levantarme.—El hombre del que hablo está justo frente a mí, el compañero más cercano de Gabriel —informé, colocándome delante de él. Luego, con gesto suave, acaricié su cabeza como se acariciaría a un pequeño perro, buscando calmar su agitación.Él continuaba temblando con intensidad, mostrando un miedo palpable que se reflejaba en cada fibra de su ser. Podía percibir claramente ese temor, especialmente porque en los últimos días varios amigos de Gabriel habían perdido la vida en circunstancias misteriosas.Si alguien albergaba alguna duda sobre quién podría estar detrás de todo esto, siempre había sido yo. Siempre fui yo quien puso fin a todo.—Vamos, date prisa. Quiero volver a casa lo antes posible —insté, empujándolo hacia su asiento con tal fuerza que casi lo hice caer al suelo. —Agárrate fuerte.Dirigiéndome a mi mochila, saqué una cámara. —Voy a grabar todo tal
Salí del consultorio llevando mi mochila en una mano y el celular del doctor en la otra. El mensaje que escribí decía: «Rebeca, tómate dos semanas de descanso, ya te transferiré tu sueldo. Me voy de vacaciones con mi amante, así que no te preocupes por mí. Cuando regrese, también te haré feliz». Cada vez aprendo más sobre enviar mensajes; el doctor Suárez era conocido por tener muchas mujeres.«Gracias, jefe» respondió la secretaria con un tono de resignación y desilusión apenas perceptible en su texto.Estaba a punto de dejar caer el teléfono al suelo, pero necesitaba responder algunos mensajes para evitar que buscarán al doctor.Guardé el teléfono en la mochila y lo dejé en un casillero. No soy tan ingenua como para llevarlo a casa. Al menos no estoy herida, pensé aliviada.Después de unos minutos, llegué a casa, una lujosa mansión.—¿Dónde estabas? —me gritó la mujer de mi padre, una mujer alta y delgada con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.—Salí —respondí