Por Ema
Mi mente no comprendía las palabras de mi amigo.
Sol no se pudo ir sin despedirse, ella no pudo hacer esa jugada, no se pudo alejar de golpe de mi vida.
Aunque había dicho que el viaje era por negocios, tuve miedo de que ya no quiera volver nunca más.
Se me partía la cabeza, verdaderamente me estaba estallando.
Se movió hasta el piso.
- ¿Cuándo?
- ¡Hoy! ¡Ahora!
-Voy a buscarla al aeropuerto.
Dije agarrando las llaves de mi camioneta, pero sentí que se me nublaba la vista y que el maldito suelo se seguía moviendo.
- ¡Maldita sea, se mueve el piso!
Le digo a Cristian.
- ¿Estás borracho?
- ¡No! No tomé una gota.
Era verdad, el whisky que me había servido, estaba intacto y en la cena tomé gaseosa, era raro, pero como sentía que me faltaba energía y a la vez tenía mucha ansiedad, no quise abusar con el alcohol.
-Voy a buscarla.
Repetí, pensando en decirle a uno de los guardaespaldas que suelen seguirme en otro auto, que me llevara.
-El vuelo salía a las 10.
- ¿Qué? ¿Estás seguro? ¿