Tras resolver la crisis en el palacio, Gérard pasó el resto de la noche lidiando con el reforzamiento de la seguridad y la detención de posibles sospechosos que habrían colaborado con los rebeldes que habían violado la seguridad del palacio para liberar a Julius Zenitty. Ya casi estaba a punto de amanecer, cuando el cansancio lo venció y se durmió sobre el escritorio del emperador.
No obstante, su sueño fue interrumpido al poco rato, cuando los soldados entraron a primera hora para darle un anuncio urgente.
—Sir Bunger —llamó uno sin dilación—, un grupo de lores acaba de llegar y demandan una audiencia urgente.
Malhumorado, levantó la cabeza y preguntó para confirmar.
—¿Qué acabas de decir?
—Varios lores están afuera exigiendo entrar y hablar con el emperador —repitió el soldado.
Al escuchar esto, suspiró profundamente y se talló los ojos para despabilarse. Entonces, dijo con frustración.
—¡Ains! Tal parece que los chismes vuelan rápido, que ahora estos carroñeros quieren ver si