Cuando llegamos a casa, Lucía me dijo en voz baja. Y en un momento e se giró silenciosa y vio a Matías llorando muy tristemente.
La expresión de Lucía fue un poco inquieta. Tal vez nunca había visto a un adulto llorar de esa manera Le contesté sonriendo.
—¿Lucía, qué quieres comer por la noche?
Los niños se consuelan fácilmente. En cuanto mencioné la comida, Lucía olvidó por completo lo que acababa de decir y discutió con entusiasmo conmigo sobre qué preparar para la cena.
Mientras entraba a la cocina, mi celular sonó. Lo revisé con detenimiento y vi que había recibido una notificación de empleo. Había pasado la entrevista de hace unos días y ahora podía incorporarme oficialmente al trabajo. Por fin había llegado este anhelado día. Después de tantas dificultades, me di cuenta de que una vida tranquila y estable era lo que me haría más feliz.
No escuché mucho sobre Matías y Emilia. Solo supe que Emilia había sido sentenciada a muerte y que la familia Callejas la había desheredado. Matía