Los días siguientes fueron lo mismo, solo podía sentir dolor en mi alma, mi luna ya no estaba a mi lado.
Me costaba dormir, el agotamiento, no permitía salir de mi cama.
¿Cómo puedo olvidarme de ella? Esto me impide vivir.
Este día era igual a los anteriores, nada más permanecía en mi cama mirando el techo y en la noche mirando como la luz de la luna se filtra atravesamos de las cortinas color azul.
Las voces y gruñidos se escuchan en mi puerta, nada más giré mi cuerpo en la cama para mirar la puerta corrediza que dan al balcón.
— Enzo abre la puerta.— se escucha la voz de mi padre.
— No vete, quiero estar solo.— demando.
— Habré la Maldita puerta o la tiraré.— gruñe mi madre.
— Por favor, no puedes seguir así, Aurora te necesita.— susurra mi padre.
¡Joder! Mi pequeña, bichito, me necesita, agudizó mi oído y escucho su llanto, eso me parte el corazón o lo queda de él, cierro mis ojos y cada recuerdo de ella llega como un tornado.
— Abre.— llora Melisa. Mi padre al no recibir