Con un toque de curiosidad, Sofía activó la función de comunicación de su reloj y habló directamente a la imagen animada que representaba a Airis.

—Airis, ¿tienes alguna idea de qué está tramando César? —preguntó esperanzada a su cuñada tecnológica.

—Son asuntos familiares, cuñada —respondió la IA con la misma vaguedad.

—Ahí lo tienes, no sacamos nada en claro. ¡Ja, ja, ja! —Mía soltó una carcajada, aceptando la situación con buen humor.

Ambas mujeres compartieron una mirada cómplice, reconociendo que algunas cosas en esa familia siempre tendrían un velo de misterio.

Mientras Fenicio conducía el auto, César, sentado en la parte trasera junto a su suegro Yavier, le extendió la mano, que este último tomó con cierta confusión.

—Gracias, mi suegro. Eres bienvenido a la familia, como desea mi esposa —dijo César con seriedad.

—¿Nos escuchaste? —preguntó Yavier, asombrado.

—Mi suegro, debes acostumbrarte a que nada de lo que sucede en mi casa pasa desapercibido para mí. Tengo cáma