Judy se inclinó para robar un beso. Podía sentir sus labios rozándome, pero justo antes de que se encontraran, me retiré.
—Lo siento, Judy, pero no puedo —susurré—. Debo regresar a casa.
Me puse de pie, pero Judy me detuvo agarrando mi manga. Sus ojos reflejaban dolor, pero también ternura.