Seguí a la profesora Merila pero me sentía conmocionada por lo que acababa de pasar. No podía controlar mi mente y mucho menos lo que sentía.
Subimos unas escaleras que daban al exterior y parecía ser el último piso del edificio.
Al entrar al despacho de la profesora Merila daba la misma impresión que cuando entrabas a una biblioteca, altas repisas rodeaban el lugar y la cantidad de libros incontables.
En el centro de la pequeña habitación justo en frente de un balcón que daba vista al exterior, había un pequeño sillón y una mesita a un lado.
— Siéntate querida —dijo ella señalando el sillón.
Tome asiento y ella se sentó en el sillón de enfrente.
— Vengo observándote hace tiempo cariño y se que es difícil he hablado con Tavia e Itaro pero ambos tienen una idea que no comparto —explico ella acomodándose los lentes.
— No se la verdad que esperan de mí y solo quiero irme a casa —dije bajando la mirada a mis manos sobre mi regazo.<