El sábado por la tarde noche, Cynthia esperaba en la puerta de su casa, nerviosa y emocionada a la vez. Cuando el timbre sonó, sonrió al ver a Mathias con esa sonrisa cálida y esa mirada que siempre la hacía sentir segura.

—¿Lista para nuestro sábado sin prisas? —bromeó él, ofreciéndole su brazo para salir juntos.

Ella tomó su brazo y caminó a su lado mientras entraban al auto. El trayecto fue tranquilo; el tráfico parecía no existir y el silencio entre ellos estaba lleno de una comodidad que pocas veces sentía.

—¿Sabes? —dijo Mathias mientras miraba hacia adelante—. Estuve pensando en lo bien que salió la recaudación hoy. Clara y Estrella estuvieron increíbles.

—Sí —respondió Cynthia, apoyando la cabeza un poco en el asiento—. Estrella no paraba de contarme lo orgullosa que está de su hermana. Y Clara... bueno, a pesar de todo lo que ha estado sucediendo, ella es valiente.

—Eres valiente tú también —sonrió él, sin dejar de manejar—. No cualquiera enfrenta lo que tú haces día a día.

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