El domingo por la tarde, el parque estaba tranquilo, apenas algunas familias disfrutaban del día. El aire tenía ese frescor agradable que promete una tarde relajada. Cynthia caminaba con paso tranquilo, con la canasta de pícnic en una mano y de la otra la de Estrella, su hija caminaba un poco más adelante, emocionada por elegir el lugar ideal.
Para ella, todo debía de estar mejor planeado y muy calculado.
—Mamá, mira ese árbol —dijo Estrella, señalando un roble grande, sus ramas extendidas como brazos que ofrecían sombra—. Ahí podemos poner la manta y está justo al lado del lago.
Cynthia asintió y miró a Mathias, quien traía la mochila con los juguetes de Clara y las bebidas para todos.
—Me parece perfecto —respondió, con una sonrisa—. Además, desde ahí podemos ver los patos y las barcas cuando pasen por este lado.
Clara, caminaba despacio, mirando las flores y recogiendo pequeñas hojas secas. Le gustaba llevárselas a casa como recuerdo. De vez en cuando se detenía a observar una mari